Según informa el diario “El País” Cambridge Analytica obvió el derecho a la intimidad de 50 millones de Estadounidenses y ha sido acusada de romper todos los moldes, incluidos los legales, mezclando política, espionaje y manipulación informativa.

La intimidad de 50 millones de usuarios de Facebook ha sido supuestamente violada y sus datos personales usados sin su consentimiento para la campaña electoral de Donald Trump, algo que ocurrió hace dos años. Sin embargo los afectados aún no han sido informados y posiblemente ni siquiera han sido identificados por la empresa de Mark Zuckerberg.

Washington, Londres y Bruselas han exigido explicaciones y en el horizonte ha emergido la sombra de Cambridge Analytica, una compañía que durante años fue considerada el gran prodigio de la alquimia electoral y que ahora, tras una investigación The New York Times y The Observer, amenaza con desintegrar a todo el que se le acercó.

Desde el caído consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, hasta el ex estratega jefe de Trump, Steve Bannon, y el yerno presidencial, Jared Kushner, todos tuvieron trato con Cambridge Analytica y todos se mantienen estos días un paso atrás.

La compañía fue creada en 2013 para participar en la política estadounidense. Su principal inversor (15 millones de dólares) fue el multimillonario Robert Mercer, gran padrino de Steve Bannon, de su portal Breitbart y de las corrientes oscuras de la nueva ultraderecha americana. El objetivo de Mercer era emplear en la liza electoral las asombrosas técnicas psicográficas anunciadas por la empresa. Un método casi orwelliano sobre cuya verdadera eficacia hay dudas, pero que pronto obnubiló al entorno de Trump.

La pequeña firma, liderada por Alexander Nix, está especializada en recoger datos online y crear con ellos perfiles de los votantes. Fichas que sirven de diana a la publicidad electoral. Si conoces la personalidad del elector, puedes ajustar mucho más tus mensajes y multiplicar el impacto, ha señalado Nix. La prioridad, bajo esta premisa, no radica ya en la edad, sexo o raza del votante, sino en las tendencias emocionales. Conociéndolas, se puede influir en ellas. Esa es la mercancía que vende Cambridge Analytica.

El modelo, como ha analizado el portal Vox, fue desarrollado por el investigador de la Universidad de Cambridge Michael Kosinski y, a grandes rasgos, surge de conectar los likes de un usuario en Facebook con un test de personalidad (OCEAN) que mide si un individuo es abierto a la experiencia, meticuloso, extrovertido, amable u obsesivo.

Este retrato, unido a la información de acceso libre que flota en el universo digital sobre el usuario (compras, hábitos, viajes…), sirve para configurar el llamado perfil psicográfico. Un instrumento pretendidamente revolucionario que, a juicio de sus autores, permite prever la tendencia de voto.

Los republicanos contrataron los servicios de Cambridge Analytica durante las legislativas de 2014 en Arkansas, Carolina del Norte y New Hampshire. El éxito sonrió y, en las primarias para las presidenciales, la compañía pasó a trabajar para los conservadores Ted Cruz y Ben Carson.

Derrotados estos candidatos, la empresa no tuvo empacho en ponerse al servicio del emergente Trump. La contratación la formalizó su yerno, Jared Kushner.

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