¿Regalar un móvil a un niño de 10 años? Nos encontramos en plena fecha de comuniones, y una gran parte de los hogares españoles con hijos en 4º de Primaria (de 9-10 años) se preguntan qué regalarles en tan señalado acontecimiento.

Si bien hace años, lo común era regalar a estos niños un bicicleta (que en muchos casos puede resultar el regalo más importante de la infancia) en la actualidad, podemos destacar que el rey indiscutible de los regalos de comunión, es el teléfono móvil. Pero, ¿realmente es necesario, para un niño de esta edad, tener un dispositivo que le ofrezca un abanico de posibilidades tan amplia como un teléfono móvil?

Primero destacar que esta situación no es sólo para las familias católicas, sino para todas aquellas, en las que los hijos les estén pidiendo un teléfono móvil, sobre todo porque el efecto mimético se impone y ningún niño o niña quiere dejar de tener un móvil, si ve que “todos sus amigos y amigas lo tienen”.

Dentro de los expertos, podemos encontrar a aquellos que indican que no es recomendable no dar a los hijos un Smartphone (con acceso a internet) hasta los 14 años. Si bien en muchos casos esta postura no es realista, otros indican que mínimo habría que esperar hasta los 12 años, sobre todo con ocasión del paso de Primaria a Secundaria.

Uno de los motivos principales que se esgrimen para que un niño tenga un móvil es para que su familia pueda localizarle de manera sencilla. Pero este argumento es fácilmente rebatible, ya que con esta edad los niños se encuentran en todo caso en ambientes que tienen a una persona a su control, ya sea en la escuela, en las diversas academias o en cualquier otra actividad tutelada.

Pero sin duda, el problema no es que el niño tenga un móvil, sino más bien que opciones puede brindarle este teléfono. Actualmente la mayoría de los móviles tienen un abanico de posibilidades infinitas para su uso. Aplicaciones, internet, juegos, redes sociales, fotografías. Sin duda un gran poder conlleva una gran responsabilidad y en este caso, los niños puede llegar a encontrarse indefensos ante tanta posibilidad y tanto acceso libre.

El problema viene por los riesgos que existen, sexting (compartir mensajes, fotografías e, incluso, vídeos de contenido sexual), o sextorsión (adultos haciéndose pasar por chicos de su edad para luego coaccionarles), ciberacoso, (burlas, insultos y amenazas de unos menores a otros). Pero ya no solo como parte afectada, sino que en muchos casos (y pese a la incredulidad de los padres) puede ser la parte agresora.

A nivel legal, podemos encontrar que el Reglamento de Protección de Datos fija que el tratamiento de datos de los menores de 14 años requiere el consentimiento de sus padres, aunque realmente encontramos que muy pocas redes sociales tengan mecanismos para recoger el consentimiento de los padres, para que los hijos puedan acceder a un lugar en el que se van a recoger sus datos personales.

Igualmente, en el caso de que se tenga que dar al niño ese móvil, debería comenzar un seguimiento de la actividad del menor en su actividad con el Smartphone.  Sin duda es un asunto complicado, ya que en numerosas ocasiones choca con el derecho del menor a la intimidad, pero sin duda hay que hacer comprender al niño de los verdaderos peligros que tienen para su privacidad las redes sociales, internet y todas las aplicaciones de estos dispositivos.

Apoyando esta teoría, encontramos una sentencia del Tribunal Supremo, afirmando que no puede el ordenamiento hacer descansar en los padres unas obligaciones de velar por sus hijos menores (la patria potestad) y, al mismo tiempo, desposeerles de toda capacidad de control.

Sin embargo, esta medida, no autoriza a los padres a monitorizar o espiar, sin el conocimiento y consentimiento de sus hijos, toda su actividad digital, instalando aplicaciones de “control parental” muy intrusivas, que, además, desde el punto de vista educativo no fomentan su autocontrol y responsabilidad. El mejor control parental no es el tecnológico, sino la educación, la confianza y la comunicación desde pequeños.

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