Según información del diario “El País”, Silicon Valley quiere leer nuestra mente, y eso debería preocuparnos.

No contento con controlar casi todo lo que uno hace en Internet, ahora Facebook también quiere leer nuestra mente. El gigante de las redes sociales ha dado a conocer no hace mucho un avance en su plan para crear un dispositivo que lea las ondas cerebrales de la gente y le permita escribir con solo pensarlo. Y Elon Musk quiere ir aún más allá, otra de las empresas del jefe de Tesla, Neuralink, está diseñando un implante cerebral para conectar la mente de la gente directamente a un ordenador.

Musk reconoce que se inspira en la ciencia ficción y que quiere asegurarse de que los humanos pueden “seguirle el ritmo” a la inteligencia artificial. Parece que se ha perdido la parte de la ciencia ficción que advierte de las repercusiones de la tecnología.

Estos sistemas para leer la mente podrían afectar nuestra privacidad, seguridad, identidad, igualdad y protección personal.

Aunque suenan futuristas, las tecnologías necesarias para fabricar dispositivos que lean las ondas cerebrales no son tan diferentes de las herramientas corrientes para las Imágenes por Resonancia Magnética (IRM) y la Electroencefalografía (EEG) que utiliza la neurociencia en hospitales de todo el mundo.

Ya se puede adquirir un equipo para controlar un dron con la mente, así que, en cierto modo, utilizar uno para escribir palabras, no es un paso tan grande. El avance probablemente estará en el uso del aprendizaje de las máquinas para rebuscar entre enormes cantidades de datos recabados por nuestro cerebro y encontrar patrones en la actividad neuronal que unan los pensamientos con palabras específicas.

Cualquier sistema que pueda recabar datos directamente de nuestros cerebros supone un claro riesgo para nuestra privacidad. La privacidad se basa en el consentimiento. Pero es muy difícil dar un consentimiento como es debido si alguien está pinchando directamente nuestros pensamientos.

Las empresas de Silicon Valley (y los Gobiernos) ya reúnen subrepticiamente todos los datos que pueden sobre nosotros y los utilizan de formas que preferiríamos que no utilizasen.

Uno de los problemas éticos que tiene en la actualidad la recopilación de datos es la discriminación basada en atributos como el género o la raza que se pueden deducir de los datos.

Con un sistema que pincha directamente nuestro cerebro, no solo podrían robarnos nuestros pensamientos, sino que también es posible que además pudieran manipularlos.

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